En Qué Creemos |
La Biblia es nuestra toda y suficiente regla de fe y práctica. Por lo tanto, estas declaraciones de Verdades fundamentales son tenidas por base de comunión entre nosotros, a saber, hablamos todo acorde. La fraseología humana utilizada en esta declaración no la tenemos por inspirada, pero las verdades aquí declaradas las tenemos por esenciales para un completo ministerio evangélico. Esta declaración no contiene todas las enseñanzas de la Biblia, pero sí, aquellos Artículos de Fe necesarios para nuestra comunión cristiana y por tanto; 1. La Biblia (Sagradas Escrituras) como la inspiración de la palabra de Dios; la relación de Dios con el hombre, infalible regla de fe y conducta, y que es superior a la conciencia y la razón, pero no contraria a la razón. 2. El único y verdadero Dios y la Adorable Deidad. A. El único y verdadero Dios se ha revelado a sí mismo como el eternamente existente por sí solo, creador del universo y revelado así mismo como el “YO SOY”, reuniendo en su unidad una trinidad de personas a saber, Padre, Hijo y Espíritu Santo. B. Definición de Términos: Los términos Trinidad y Personas refiriéndose a la Deidad, aun cuando no se encuentran en las Escrituras, son palabras de armonía con las Escrituras por las cuales podemos declarar a otros nuestro inmediato entendimiento de la doctrina de Cristo respecto a la Deidad de Dios como distinguido de muchos dioses y muchos señores. Por tanto nosotros podemos hablar con autoridad del Señor nuestro Dios, como una Trinidad o como una Deidad de tres personas, y esto está absolutamente de acuerdo con la Palabra de Dios. C. Distinción y relación en la Deidad: Cristo enseña la distinción de personas en la Deidad, la cual El expresó en términos específicos de relación como Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero esta distinción y relación, en cuanto a nuestro modo de ver, es inescrutable e incomprensible porque es inexplicable. D. La unidad de la Deidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo: En acuerdo, pues, hay lo que en el Hijo le constituye como el Hijo y no el Padre y hay lo que en el Espíritu Santo le constituye como el Espíritu Santo y no el Padre ni el Hijo. Por lo tanto, el Padre es quien engendra, el Hijo es el engendrado y el Espíritu Santo es quien procede del Padre. Así que, siendo que estas tres personas en la Deidad están en un estado perfecto de unidad, no hay sino un solo Señor, Dios Todopoderoso. E. Identidad y cooperación en la Deidad: El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo nunca son idénticos en cuanto a personas, pues son tres Personas; no divididos respecto a la Deidad, ni opuestos en cuanto a la cooperación. El Hijo es en el Padre y el Padre es con el Hijo en cuando a comunión. El Padre no procede del Hijo, pero el Hijo sí procede del Padre en cuanto a autoridad. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo en cuanto a naturaleza, relación, cooperación y autoridad. De manera que, ninguna de las tres personas de la Divina Deidad existe u obra separadamente o independientemente de las demás. F. Títulos dados al Hijo: – Señor Jesucristo Como nombre propio en el Nuevo Testamento, nunca es aplicable ni al Padre ni al Espíritu Santo, y por consiguiente, pertenece exclusivamente al Hijo de Dios. – Dios con nosotros El Señor Jesucristo, en cuanto a su naturaleza divina y eterna, es el Unigénito del Padre; pero en cuanto a su naturaleza humana, es hijo del hombre. Desde luego, El es reconocido como Dios y Hombre, y quien, por cuanto es Emmanuel, Dios con nosotros. – Hijo de Dios El nombre Emmanuel abarca ambas cosas, Dios y hombre en una persona, nuestro Señor Jesucristo. Se entiende que el título Hijo de Dios describe su propia Deidad y el de Hijo del Hombre describe su propia humanidad. De modo que el título Hijo de Dios pertenece al orden de la eternidad, y el de Hijo del Hombre, al orden del tiempo. 3. La Pre-existencia y encarnación de Cristo. A. Creemos que Jesucristo obtuvo el título de Hijo de Dios, no simplemente del hecho de la encarnación, o por su relación a la economía de redención; sino que existe desde la eternidad. De manera que, negar que el Padre sea Real y Eterno, y que el Hijo sea Real y Eterno, es una negación a la distinción y relación en la Deidad de Dios; y al mismo tiempo, negar al Padre y al Hijo, y destruir la verdad de que Jesucristo es venido en carne. 4. La Exaltación de Jesucristo como Señor. A. El Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, habiendo hecho por sí mismo la purgación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de Dios, de la Majestad en las Alturas; y habiendo sido sujetos a El los ángeles, potestades y principados; y habiendo sido hecho ambas cosas, Señor y Cristo, envió al Espíritu Santo para que nosotros, en el nombre de Jesús, podamos doblar nuestras rodillas y confesar que Jesucristo es Señor a la gloria de Dios el Padre hasta el fin cuando el Hijo se sujetará al Padre para que Dios sea el todo y en todos. 5. Igual honor al Padre y al Hijo. Puesto que el Padre ha entregado todo juicio al Hijo, no solamente es el deber expreso de todos los que están en los cielos y en la tierra doblar sus rodillas, sino que hay un gozo inexplicable en el Espíritu Santo al atribuir al Hijo todos los atributos de la Deidad y dar a El todo el honor y la gloria contenidos en todos los nombres y títulos de la Deidad (exceptuando aquellos que expresan relación) y así honramos al Padre y al Hijo al mismo tiempo. 6. La caída y la redención del hombre. El hombre fue creado bueno y recto, pues dijo Dios: “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Pero el hombre cayó por su transgresión voluntaria, y su única esperanza de redención está en Jesucristo, el Hijo de Dios. Creemos, pues, y sostenemos que el alma es inmortal y eterna. 7. La salvación del Hombre. A. Condiciones para la salvación: La gracia de Dios que trae salvación ha sido manifiesta a todos los hombres por la predicación del arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo. El hombre es salvo por la regeneración y renovación del Espíritu Santo; y siendo justificado por gracia, por medio de la fe, viene a ser heredero de Dios según la esperanza de Vida Eterna. B. Las evidencias de la salvación: La evidencia interna de salvación en el creyente es el testimonio directo del Espíritu Santo. La evidencia externa para todos los hombres es una vida de rectitud y verdadera santidad. 8. El Bautismo en Agua. La ordenanza del bautismo en agua por inmersión, como símbolo de ser sepultado juntamente con Cristo y resucitado a una nueva vida, debe observarse por todos los que realmente se han arrepentido y han aceptado a Cristo como su Salvador y Señor. Haciendo así, ellos han lavado el cuerpo en agua pura como símbolo de purificación interna, y declaran al mundo que han muerto con Jesús y que también han sido levantados con El para andar en novedad de vida 9. La Cena del Señor. La cena del Señor consistente de los elementos de pan sin levadura y el fruto de la vid; es símbolo que expresa nuestra participación de la divina naturaleza de nuestro Señor Jesucristo (II Pedro 1:4); un recuerdo de su pasión y muerte (I Cor. 11:26) y una profecía de su segunda venida; y está ordenada a todos los creyentes hasta que El venga. 10. La promesa del Padre (Bautismo en Espíritu Santo). Todos los creyentes tienen derecho a la promesa del Padre, que es el bautismo en Espíritu Santo y fuego, según el mandamiento de nuestro Señor Jesucristo. Todos deben buscarlo ansiosamente y esperarlo ardientemente. Esta fue la experiencia normal de todos en la iglesia cristiana primitiva. Con ésta viene la investidura de poder para vivir y servir, los dones del Espíritu Santo y sus operaciones en la obra del ministerio. Esta experiencia maravillosa es distinta y subsecuente a la experiencia del nuevo nacimiento. 11. La evidencia del bautismo en el Espíritu Santo. El bautismo en el Espíritu Santo es evidenciado en los creyentes por la señal inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu de Dios les da que hablen. El hablar en lenguas en esta referencia es lo mismo, en esencia, que el don de lenguas, pero diferente en propósito y uso. 12. La entera Santificación. Las Sagradas Escrituras enseñan una vida de santidad sin la cual nadie verá al Señor. Por la virtud del Espíritu Santo somos capacitados para obedecer el mandamiento, “Sed santos porque yo soy Santo”. La entera santificación es la voluntad de Dios para todos los creyentes y debe ser diligentemente practicada mediante la obediencia a la Palabra de Dios. 13. El ministerio y la evangelización. Un ministerio divinamente llamado y bíblicamente ordenado, ha sido provisto por nuestro Señor Jesucristo para un doble propósito: la evangelización del mundo y la edificación del cuerpo de Cristo. 14. La Sanidad Divina. La liberación de las enfermedades está provista en el Sacrificio Expiatorio y es privilegio de todos los creyentes. “¿Está alguno enfermo entre vosotros?, llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. La oración de Fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará.” 15. La bendita esperanza de redención. Nosotros creemos en la pre-milenial e inminente venida de Cristo para reunir a su pueblo con El. Esto es, la resurrección de los que han dormido en Cristo y su traslado juntamente con los que viven para encontrarse con su Señor en el aire. Sea notorio, que después de esto habrá un período de tiempo como de siete (7) años, llamado “la gran tribulación”, cuando el Anti-Cristo será revelado; y terminará con la batalla del Armagedón y la revelación de Cristo con sus ángeles en llama de fuego y con sus santos (la Iglesia) para ejecutar juicio sobre la tierra. Creemos en el cumplimiento de estas profecías en su debido tiempo, sin cometer el error de fijar fechas a la Segunda Venida de Cristo. 16. El reino milenial de Cristo. La revelación de Jesucristo en el cielo, la salvación de Israel como nación, y el reino milenial de Cristo en la tierra, son la promesa bíblica y la esperanza del mundo. 17. El lago del fuego. El diablo y sus ángeles, la bestia (el anticristo) y el falso profeta, y todos los que no están escritos en el Libro de la Vida, serán condenados a eterno castigo en un lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda. 18. El cielo nuevo y la tierra nueva. Nosotros, “conforme a Su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los cuales mora la justicia.” |